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#NYC Journal - Parte 1

Actualizado: 27 sept 2023



Después de 10 años volví a NYC.


A los 18 conocí la ciudad cuando vine a ser nanny de dos niños en el Upper East Side. Vivía en la 85 y la tercera, en línea recta al MET, fue un año de muchos descubrimientos e introspección… Volví a Buenos Aires para arrancar la carrera de Ciencias Políticas sin saber aún que el arte se iba a interponer en mi camino. Si miro a la chica de 18 quiero abrazarla y decirle que todas sus preguntas encontrarían respuestas, todas sus pasiones se encausarían, que siga su intuición.


La semana pasada, con 28 años, volví a esta ciudad loca. La vuelta a esta isla fue interesante, de mezcla de emociones, la encontré más sucia, más desordenada, más desencantada y con falta de carácter. Fui al MOMA, vi a Matisse entre millones de turistas y me sentí abrumada, no lo disfruté.



El resto de la semana decidí quedarme en Williamsburg (donde estaremos viviendo este tiempo) y ponerme a pintar. Mágicamente mi cabeza hizo un reset. Empecé a ir a Manhattan con planes claros, dándole tiempo a cada lugar, sin subirme a la vorágine local. Una tarde entera se la dediqué al Whitney Museum of American Art y caminando por ahí me sentí presente al conectar con una de mis tres obras preferidas. Nunca imaginé que iba a estar ahí por que el artista Willem de Kooning es neerlandés, pero como murió en USA calificaba para este museo. La obra de de Kooning abrió un nuevo capítulo en esta experiencia: me senté, la aprecié. Miré el resto de los expresionistas que compartían la sala: Jackson Pollock y su mujer Lee Krasner también estaban presentes.



De ahí en adelante me encontré a mi y con ello lo que quería hacer en este nuevo tiempo de introspección: abrirle la puerta un rato a las propuestas de este lugar, absorberlo, volver a Brooklyn y bajar esa inspiración en el lienzo.


Empecé a disfrutar un poco más de todo, a nutrirme con planes, gente, galerías, muestras, museos, restaurants, cafés, calles y algo de compras... A pasarme horas en thrift shops, a encontrar artistas urbanos haciendo murales y, sobre todo, a experimentar. Algo que hace a esta ciudad caótica un espacio armónico e inspirador.



Tanto me entusiasmé que fuimos a un mercado el domingo pasado, aquí en Brooklyn. Tenía puesto lino blanco de pies a cabeza y se me ocurrió comer una pizza ahí. Me salpiqué (obvio) con salsa de tomate la camisa y la mancha no salió! Perdido por perdido, agarré los óleos y el pincel y pinté sobre la zona daminificada, me gustó tanto que básicamente pinté todo el pantalón y toda la camisa. Mi outfit de lino blanco quedó mejor que antes del accidente, con un aire Kusamesco cruzado con dálmata, me enamoré del resultado. Qué gratificante es convertir un error en algo único y maravilloso!




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Cata


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